martes, 3 de agosto de 2010
Misión Sucre o universidades (V)
Carlos J. Acosta
Si en algún espacio se puede observar hacia donde se encamina esto que algunos llaman “proceso”, es en la Misión Sucre. Acá nada es homogéneo, todo es diverso: raza, género, edad, credo, militancia. Tal vez, sea entonces esta misión el lugar ideal para quien desee profundizar en el análisis de cuanto se ha logrado y en donde hemos fallado, en estos últimos años.
Claro, no es algo que se pueda percibir de una rápida pasada, hace falta recorrer sus caminos, adentrarse en sus veredas, pararse en sus esquinas, agudizar la mirada, penetrar en las historias humanas, escuchar con atención a los seres que conviven en esta comunidad.
A primera vista, se percibe un grupo compacto de hombres y mujeres en defensa de la revolución. Pero, cuando nos dedicamos a dialogar en pequeños grupos o en forma individual, comienzan a aparecer todos los problemas que no hemos podido superar.
Sin embargo, no es sobre esto que pretendemos hablar ahora, porque sería llover sobre mojado y nos quedaríamos en la crítica, y siendo fiel a lo que señalamos a los estudiantes, debemos plantear siempre nuestra idea de como superarla.
Como siempre, la solución que nos permite teorizar la obtenemos de la práctica cotidiana.
Esa práctica nos condujo a un par de reuniones de fin de curso con 2 colectivos de aldeas diferentes. En ambas, notamos la alegría que conlleva este tipo de actividades pero al mismo tiempo la nostalgia al comprender que difícilmente volvería a repetirse con el mismo grupo, ya que cada quien iría a estudios diferentes.
Llama la atención como en apenas 4 meses estos seres que no se conocían con anterioridad, desarrollasen este grado de amistad. La respuesta quizás viene dada por la coincidencia de venir todos ellos de años sin estudio, y que de alguna manera sintieron la necesidad de apoyarse mutuamente.
En algún momento, en medio de esta celebración-despedida recordamos a la compañera que nos decía en el aula que si se les dijese a los estudiantes que no seguirían estudios universitarios y no obtendrían un título académico, entonces nadie se inscribiría en la misión. Ante esta afirmación, le preguntamos al colectivo qué esperaban ellos obtener, un título o un trabajo con ingresos dignos. La respuesta mayoritaria fue que para obtener un trabajo con buenos ingresos hace falta el título.
Nada más cierto que eso...
Pero es cierto, sólo porque seguimos con los mismos paradigmas del Estado burgués y sus instituciones. A cada rato, escuchamos hablar de revolución, socialismo, Marx, Lenin, etc. pero sólo eso: palabras y más palabras, que en la práctica no transforman.
Entonces, cuál será el camino que nos lleve a una nueva educación que sirva para transformar esta sociedad opresora.
Nada más lejos de nuestro pensamiento, creer que somos tenedores de la varita mágica que resuelve los problemas, o que somos poseedores de la verdad absoluta. Pero, en la observación de estos colectivos humanos retorna la idea sobre lo que pasaría si la Misión Sucre les ofreciera la posibilidad de un trabajo con ingresos dignos a los estudiantes, sin necesidad de ir a la universidad.
¿Cómo? Pues bien, uno de los ejercicios que hacemos en el Taller de Orientación es el cuadro de saberes. En la práctica, se hace el ejercicio y ya.
Ajá, y si sistematizamos estos saberes individuales y los convertimos en colectivos. Y si vamos más allá y promovemos la generación de Unidades de Producción basadas en dichos saberes, donde los participantes sean los mismos estudiantes, sin patrón público o privado, estimulando la moral de productores y desechando la moral de esclavos.
¿Creen Uds. que bajo esas condiciones un estudiante acudiría con alegría a las sesiones de formación académica, política e ideológica? Nosotros pensamos que sí.
Ajá, ¿Y que estudiarían? Pues bien, estudiarían lo que los colectivos fuesen considerando necesario para su formación; por supuesto, que seguramente privilegiarían el estudio de los aspectos inherentes a la buena marcha de esas Unidades de Producción.
Una ganancia adicional sería la eliminación de las notas y calificaciones porque a todos les interesaría que cada individuo aprendiese por igual, para entre otras cosas superar la división social del trabajo. Acá, sería innecesario que un grupo de expertos acreditase los saberes, puesto que el trabajo cotidiano se convertiría en el mejor evaluador.
Evidentemente, hablamos de Unidades de Producción Socialistas, porque su dirección y administración estaría en manos de todos y donde sus excedentes deberían ir a un Fondo Social Comunitario para coadyuvar a la transformación de toda la sociedad.
¿Qué esto es una locura? ¿Un sueño utópico? Bien, déjennos seguir soñando.
Si en algún espacio se puede observar hacia donde se encamina esto que algunos llaman “proceso”, es en la Misión Sucre. Acá nada es homogéneo, todo es diverso: raza, género, edad, credo, militancia. Tal vez, sea entonces esta misión el lugar ideal para quien desee profundizar en el análisis de cuanto se ha logrado y en donde hemos fallado, en estos últimos años.
Claro, no es algo que se pueda percibir de una rápida pasada, hace falta recorrer sus caminos, adentrarse en sus veredas, pararse en sus esquinas, agudizar la mirada, penetrar en las historias humanas, escuchar con atención a los seres que conviven en esta comunidad.
A primera vista, se percibe un grupo compacto de hombres y mujeres en defensa de la revolución. Pero, cuando nos dedicamos a dialogar en pequeños grupos o en forma individual, comienzan a aparecer todos los problemas que no hemos podido superar.
Sin embargo, no es sobre esto que pretendemos hablar ahora, porque sería llover sobre mojado y nos quedaríamos en la crítica, y siendo fiel a lo que señalamos a los estudiantes, debemos plantear siempre nuestra idea de como superarla.
Como siempre, la solución que nos permite teorizar la obtenemos de la práctica cotidiana.
Esa práctica nos condujo a un par de reuniones de fin de curso con 2 colectivos de aldeas diferentes. En ambas, notamos la alegría que conlleva este tipo de actividades pero al mismo tiempo la nostalgia al comprender que difícilmente volvería a repetirse con el mismo grupo, ya que cada quien iría a estudios diferentes.
Llama la atención como en apenas 4 meses estos seres que no se conocían con anterioridad, desarrollasen este grado de amistad. La respuesta quizás viene dada por la coincidencia de venir todos ellos de años sin estudio, y que de alguna manera sintieron la necesidad de apoyarse mutuamente.
En algún momento, en medio de esta celebración-despedida recordamos a la compañera que nos decía en el aula que si se les dijese a los estudiantes que no seguirían estudios universitarios y no obtendrían un título académico, entonces nadie se inscribiría en la misión. Ante esta afirmación, le preguntamos al colectivo qué esperaban ellos obtener, un título o un trabajo con ingresos dignos. La respuesta mayoritaria fue que para obtener un trabajo con buenos ingresos hace falta el título.
Nada más cierto que eso...
Pero es cierto, sólo porque seguimos con los mismos paradigmas del Estado burgués y sus instituciones. A cada rato, escuchamos hablar de revolución, socialismo, Marx, Lenin, etc. pero sólo eso: palabras y más palabras, que en la práctica no transforman.
Entonces, cuál será el camino que nos lleve a una nueva educación que sirva para transformar esta sociedad opresora.
Nada más lejos de nuestro pensamiento, creer que somos tenedores de la varita mágica que resuelve los problemas, o que somos poseedores de la verdad absoluta. Pero, en la observación de estos colectivos humanos retorna la idea sobre lo que pasaría si la Misión Sucre les ofreciera la posibilidad de un trabajo con ingresos dignos a los estudiantes, sin necesidad de ir a la universidad.
¿Cómo? Pues bien, uno de los ejercicios que hacemos en el Taller de Orientación es el cuadro de saberes. En la práctica, se hace el ejercicio y ya.
Ajá, y si sistematizamos estos saberes individuales y los convertimos en colectivos. Y si vamos más allá y promovemos la generación de Unidades de Producción basadas en dichos saberes, donde los participantes sean los mismos estudiantes, sin patrón público o privado, estimulando la moral de productores y desechando la moral de esclavos.
¿Creen Uds. que bajo esas condiciones un estudiante acudiría con alegría a las sesiones de formación académica, política e ideológica? Nosotros pensamos que sí.
Ajá, ¿Y que estudiarían? Pues bien, estudiarían lo que los colectivos fuesen considerando necesario para su formación; por supuesto, que seguramente privilegiarían el estudio de los aspectos inherentes a la buena marcha de esas Unidades de Producción.
Una ganancia adicional sería la eliminación de las notas y calificaciones porque a todos les interesaría que cada individuo aprendiese por igual, para entre otras cosas superar la división social del trabajo. Acá, sería innecesario que un grupo de expertos acreditase los saberes, puesto que el trabajo cotidiano se convertiría en el mejor evaluador.
Evidentemente, hablamos de Unidades de Producción Socialistas, porque su dirección y administración estaría en manos de todos y donde sus excedentes deberían ir a un Fondo Social Comunitario para coadyuvar a la transformación de toda la sociedad.
¿Qué esto es una locura? ¿Un sueño utópico? Bien, déjennos seguir soñando.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario